viernes, 30 de marzo de 2012

Pateando un poquito


Hoy vamos a detenernos en un tema completamente ajeno al boxeo: el pateo en deportes de combate. Proponemos algunas ideas para desarrollar una estrategia posible de pateo, que no es la única, ni tampoco necesariamente la mejor, pero es la más eficiente que hemos encontrado. Estamos pensando en deportes en los que el pateo no tiene tácticamente un rol privilegiado, sino que va de la mano y en igualdad de condiciones con el juego de puños. Es decir que estamos pensando en estilos como kick boxing o sanda, antes que, por ejemplo, taekwondo. Las ideas que presentamos surgen, como la mayoría de las ideas, de un problema con el que nos hemos topado en la práctica, a saber: ¿cuándo patear? Mucho después de haber desarrollado una técnica de piernas mínimamente aceptable, nos encontramos con que no sabemos cómo “transferir” con éxito la técnica adquirida a la situación deportiva concreta. Esta problemática no es exclusiva del pateo, sino que se da muy comúnmente en el aprendizaje de todos los aspectos de los deportes de combate. La sola incorporación de la técnica no garantiza una mejora en el desempeño combativo global del practicante. Así, muchas veces nos vemos a nosotros mismos tirando inútilmente patadas al aire, no sólo sin noción de la distancia, sino directamente sin comprender el sentido de lo que hacemos. ¿Por qué patear -o dejar de hacerlo- en un momento determinado, en ciertas circunstancias? ¿Cómo patear? ¿A qué técnica recurrir?

Esto pone de manifiesto la radical insuficiencia de los métodos de entrenamiento basados exclusiva o primordialmente en drills o en la repetición de técnicas preestablecidas. El desarrollo de otras propuestas de entrenamiento más variadas, más cercanas a la experiencia de los estudiantes y, por lo tanto, más eficaces es un requerimiento indispensable de cualquier plan de enseñanza combativo eficaz. Por lo pronto, empero, nos detendremos en un paso previo al de las estrategias didácticas. Nos focalizaremos en delinear mínimamente una estrategia combativa posible, en la que a su tiempo podrá basarse una estrategia didáctica.

Consideramos un juego técnico básico de 3 patadas: frontal, lateral y circular.

1) Las dos primeras tienen diferencias más técnicas (o biomecánicas) que tácticas. Su ejecución es distinta, pero las condiciones en que se las aplica, en la estrategia que proponemos, son similares. Esto se debe a que las dos tienen una trayectoria recta. Las consideramos “patadas solitarias” porque no las usamos para combinar con los puños, sino para aplicarlas y luego desplazarnos o, a lo sumo, para combinarlas con otras patadas. Una patada solitaria puede aplicarse:

a. Para repeler un avance del rival. Este es el contexto más favorable. Nos alejamos, no damos al oponente una distancia de intercambio y cuando se acerque con los puños lo frenamos con una patada lateral o frontal.

b. Como ataque aislado. No recomendamos usarlas para, al bajar la pierna, intentar un ataque de puños. A menos que la patada le haya causado un verdadero daño, esto probablemente resulte más favorable al rival que a nosotros, ya que, cuando apoyemos el pie pateador en el suelo, él nos estará esperando mejor parado (sobre ambas piernas) y por lo tanto más móvil y explosivo. Si utilizamos estas patadas para atacar, recomendamos hacerlo en una distancia larga para, a continuación, o bien alejarnos con desplazamientos laterales, o bien lanzar otra patada (y por lo tanto mantener la pelea en la misma distancia larga).

2) La patada circular. Esta es la patada más usada en deportes como el kick boxing. Esto se debe a la relativa facilidad con la que puede combinarse con los puños.

a. Lo normal debería ser no “abrir” el juego con la patada circular. Trabajar de mayor a menor (patear primero, boxear después) nos vuelve predecibles y nos expone a contragolpes por parte del rival.

b. Es recomendable preparar las condiciones para la patada circular abriendo la combinación con los puños. Así el rival se concentrará en defenderse de nuestras piñas, dejando de prestar atención a la patada, que entonces podrá impactarlo (sea a zona baja, media o alta) con mayor daño y menores riesgos de contragolpe. La circular después de una combinación de puños se puede usar como golpe de persecución (cuando el rival se escapa, la patada se prueba eficaz por ser más larga que los puños), o bien en la misma distancia de puños para completar el ataque.

c. Es recomendable usar la circular al momento de la ruptura de un clinch (sin la intervención del árbitro).

d. No es recomendable usar la circular mientras el rival se acerca, salvo que lo hagamos cambiando el ángulo. Si bien es probable que la patada conecte a un rival que va hacia adelante, esta situación también nos deja expuestos a recibir sus puños, por lo que no es recomendable.

Estas indicaciones, sumamente breves y preliminares, pueden darnos una mínima estrategia de pateo a la hora de encarar un combate donde tales técnicas son legales. Puede que no ofrezcamos la mejor estrategia posible, pero una mala estrategia siempre es mejor que ninguna.

martes, 12 de octubre de 2010

¿Qué significa entrenar?

“En lugar de considerar el combate tal como es, la mayoría de los sistemas del arte marcial acumulan un «desorden fantasioso» que distorsiona y agarrota a sus practicantes y les distrae de la verdadera realidad del combate, que es simple y directa.
En lugar de ir inmediatamente al corazón de las cosas, se practican ritualmente formas muy floridas (desesperación organizada) y técnicas artificiales para simular un combate real. Así pues, en lugar de «estar» en el combate, dichos practicantes están haciendo algo «sobre el combate». Aun peor, un sobrepoder mental y algo espiritual por aquí y espiritual por allá son incorporados desesperadamente hasta que estos practicantes marchan a la deriva, cada vez mas lejos hacia el misterio y la abstracción. Todas estas cosas son intentos fútiles de parar y fijar los movimientos siempre cambiantes en el combate y de diseccionar y analizarlos como a un cadáver. (…)
Los estilistas, en lugar de mirar directamente al hecho, se agarran a las formas (teorías) y siguen enredándose a si mismos mas y mas, cayendo finalmente en una trampa inextricable”.
Bruce Lee

¿Qué significa entrenar?

Redefinir los términos de un viejo debate
Me decidí a actualizar el blog después de haberlo dejado de lado por muchos meses. Esta vez quiero trazar una reflexión sobre la naturaleza del entrenamiento de combate considerado en general. ¿Qué significa entrenar? Las frases del Bruce Lee citadas arriba forman parte de su inteligente crítica a las artes marciales tradicionales. Los practicantes de estilos tradicionales, sostiene Lee, se dedican a demorar infinitamente aquello a lo que, empero, dicen dirigirse: el combate. Pierden el tiempo con floridas formas y vistosos movimientos acrobáticos que carecen e aplicación combativa factible. Cuando se les pregunta por qué se comportan de ese modo en apariencia irracional, responden que están dando un rodeo: “obviamente, dicen, no voy a usar en una pelea los movimientos que hago en la forma, pero con esos movimientos estoy desarrollando mi alineación postural (o mi autoconciencia o mi chi o lo que sea), y ello me será de gran utilidad en el combate”. El entrenamiento marcial, entonces, sería un rodeo, pero un rodeo eficaz, pues permitiría cumplir con el objetivo propuesto (pelear mejor), demorando la consumación del objetivo mismo (haciendo formas, o lo que sea, en lugar de pelear).
Bruce Lee, lapidario, no cree en esa teoría del rodeo y descarta taxativamente los dudosos métodos de entrenamiento tradicionales, instándonos a ir directamente a la cosa misma de la que queremos ocuparnos, el combate. El combate, dice, es simple, directo y fluido, de manera que la práctica repetitiva de patrones de movimiento rígidos no nos prepara para enfrentarnos a él. La hipertrofia teórica, el conspicuo aparato de concepciones berretas -entre pseudofilosóficas y pseudocientíficas- con que los maestros de artes marciales suelen embotar las cabezas de sus alumnos empeora aún más las cosas. Los practicantes que se rodean de justificaciones demasiado elaboradas sobre sus estilos o métodos de entrenamiento tienden a reconcentrarse en sus propias fantasías sobre lo que debe ser una pelea en lugar de experimentar directamente el combate, que consiste precisamente en el encuentro no previsible con el cuerpo de otro. Las críticas de Bruce Lee a algunos métodos tradicionales de práctica, entonces, son interesantes y están justificadas en la medida en que nos instan a abandonar la práctica de lo innecesariamente florido, acrobático y abstruso para concentrarnos en ser prácticos y realistas, adaptándonos a la simplicidad y fluidez del combate.
Hay, sin embargo, un punto ciego en las afirmaciones de Bruce Lee. Entrenar es siempre dar un rodeo para llegar al fin que uno se propone. Esto podemos entenderlo simplemente prestando atención a cómo usamos las palabras: la diferencia entre jugar al fútbol y entrenar fútbol radica en que en este segundo caso no nos limitamos a armar partidos, sino que hacemos otras actividades (correr, hacer piques, esquivar conos, tirar al arco) que mejoren nuestro desempeño a la hora del partido. Y lo mismo vale para el entrenamiento de combate. Hacer un entrenamiento de combate no es sólo pelear, es darse una preparación general para pelear. Entrenar una actividad es demorar la llegada de la actividad misma, es llegar a realizar esa actividad dando un rodeo por otras tareas preparatorias.
Así, el debate de Bruce Lee con las artes marciales debe ser replanteado. Evidentemente, ir directamente a las cosas mismas no sería lo más eficiente para pelear mejor. Tal cosa consistiría en reemplazar el entrenamiento por largas sesiones de combate, sin ejercicios previos ni preparación física. Eso produciría, evidentemente, algunos resultados favorables (efectivamente pelearíamos mejor), pero no arrojaría los mejores resultados posibles en una cantidad de tiempo dada. Vamos a llegar a ser mejores peleadores si, en lugar de pelear todo el tiempo, realizamos una demora organizada del combate, o sea, un programa de entrenamiento. Ahora bien, ¿cómo organizar un programa de entrenamiento que no sea “desesperación organizada”? ¿Cómo distinguir un rodeo que nos lleve a nuestro objetivo de uno que nos aleje de él?
El entrenamiento por desarrollo de habilidades
Mi profesor, Jerónimo, suele decir. “Pregúntese si lo que hace no va en contra de lo que desea”. Esa es la pregunta clave del entrenamiento de artes marciales, deportes de combate y, probablemente, de la vida en general. No se trata de caer en un exitismo desenfrenado ni de controlar exhaustivamente todos los actos particulares de la propia vida como si debieran responder a una rígida lógica de medios-fines. Se trata, más simplemente, de no comportarse de modo irracional, de detenerse a preguntarse, cada tanto, si lo que hacemos guarda relación con lo que nos proponemos hacer o si estamos haciéndolo simplemente por hábito, inercia, ignorancia o indolencia. Dado que acá estamos hablando de artes de combate, vamos a asumir que lo que queremos hacer cuando entrenamos es aprender a pelear mejor. Esto no significa que entrenemos para la “defensa personal” (algo que tiene poco sentido en la época de las armas de destrucción masiva). Podemos entrenar por el solo placer de hacerlo, porque nos gusta pelear. Eso es seguramente mucho más interesante y divertido que hacerlo para un fin exterior, como la autodefensa o incluso la salud. Aprender a pelear lleva mucho tiempo y esfuerzo, y quien no disfruta del proceso mismo de la práctica y el aprendizaje difícilmente esté, a la larga, dispuesto a dedicarles todo ese tiempo y ese esfuerzo necesarios. Sin embargo, si entrenamos un estilo de combate lo razonable es que aspiremos a mejorar, con ello, nuestras habilidades de combate, lo mismo que si nos dedicamos al ajedrez es razonable que aspiremos a jugar mejor cada vez, por más que no tengamos una mentalidad competitiva y no persigamos un fin exterior (como ganar torneos). Jugar puede ser un fin en sí, y la victoria puede no importarnos, pero no por eso dejamos de poner empeño en conseguir la victoria, porque de lo contrario el juego no se movería. Además, el placer de realizar una actividad va de la mano, usualmente, del placer de perfeccionarse en su realización, ampliando cada vez la frontera de lo que somos capaces de hacer. Así, si entrenamos un estilo de combate, entendemos que aspiramos a pelear mejor, con lo cual dejamos de lado otros fines posibles -como honrar al estilo, seguir una tradición, etc.-, fines eventualmente dignos y válidos pero que desde nuestro punto de vista constituirían distracciones.
Aprender a pelear supone desarrollar habilidades de combate. Un programa de entrenamiento de combate debe ser pues, un programa de desarrollo de habilidades. Esta idea es simple y casi obvia, pero no siempre se le presta atención. Muchos maestros y practicantes creen que aprender un arte de combate significa primordialmente aprender técnicas de combate. La técnica es un aspecto del aprendizaje combativo, y uno muy importante, pero no es el único ni el primario. La técnica se relaciona con el dominio del propio cuerpo, con la adquisición de algunos gestos diseñados especialmente para combatir. En una pelea, empero, no basta con tener un buen dominio del propio cuerpo, sino que hay que tener además capacidad para enfrentar globalmente la situación, que incluye los movimientos imprevisibles del rival. Concentrarse en la repetición del gesto técnico menospreciando las demás habilidades es soslayar que el combate, a diferencia de la danza o la gimnasia, implica un encuentro con la resistencia del otro.
Las habilidades que nos interesa desarrollar son: velocidad, fuerza, potencia, resistencia cardiovascular y muscular, coordinación (general y específica), reflejos, timing, precisión, manejo de la distancia, control del stress. Las primeras cinco habilidades componen lo que en general llamamos preparación física, y se desarrollan tanto en la práctica combativa como en instancias del entrenamiento dedicadas específicamente a ejercicios gimnásticos, que son comunes a otros deportes. Según cuál sea nuestro objetivo (competir en niveles de alto rendimiento, competir en niveles amateur o simplemente estar en forma) vamos a dedicar diferentes cantidades de tiempo a la preparación física y vamos a secuenciarla de modo más o menos preciso (buscando una preparación más bien generalista o siguiendo objetivos puntuales -como desarrollar fuerza, resistencia, etc.-).
La coordinación general tiene que ver con nuestra capacidad para conjugar, simultánea o sucesivamente, distintos patrones de movimiento. La coordinación específica es la habilidad para conjugar los patrones de movimiento específicos de nuestro arte de combate, o sea la técnica. Lar artes marciales y los deportes de combate conllevan una gran demanda coordinativa. El modo más básico y más común de desarrollar la técnica consiste en repetir los movimientos a aprender una y otra vez, puliendo en cada caso los detalles, hasta llegar a incorporarlos de modo cómodo y fluido.
Las demás habilidades se relacionan más peculiarmente con la capacidad de combate. La primera y principal es el control del stress: por hábiles, rápidos o fuertes que seamos, no vamos a llegar a ningún lado en una pelea si no manejamos el stress que implica dar y recibir golpes. El manejo de la distancia y los tiempos, los reflejos y la precisión también son importantes, y a menudo definitorias, para enfrentar un combate.
Entonces, ¿cómo organizar el entrenamiento de forma no desesperada? ¿cómo saber si lo que estamos haciendo no va en contra de lo que deseamos? La manera más simple es entrenar siguiendo un programa de desarrollo de habilidades armónico y global, que no privilegie demasiado algunas capacidades en desmedro de otras. Esto supone, evidentemente, la práctica asidua del sparring. El sparring de alta intensidad no es, con todo, el mejor momento para desarrollar habilidades nuevas, ya que supone un nivel de stress y exigencia tales que difícilmente nos permita experimentar con nuevas capacidades. El sparring es la instancia de articulación y síntesis de habilidades adquiridas en otras instancias del entrenamiento. Es preciso, entonces, hacer otros ejercicios menos globales, que persigan fines específicos.
Los drills técnicos son ejercicios coordinativos útiles para los principiantes. Consisten en repetir un mismo gesto hasta adquirirlo. Para los practicantes avanzados es más interesante practicar combinaciones en forma de drills en lugar de repetir técnicas sueltas, porque así lograrán desarrollar una mayor fluidez al encadenar golpes. A veces, sin embargo, puede ser útil segmentar la práctica incluso a unidades menores a una técnica completa. Por ejemplo, dedicar algún tiempo sólo a la preparación de una patada compleja (como la lateral) puede ser bastante útil.
Las demás habilidades se pueden entrenar en ejercicios precombativos o de sparring limitado. Estos ejercicios consisten en pelear con algunas reglas adicionales restrictivas que obliguen a los practicantes a adquirir habilidades puntuales. Por ejemplo, el sparring de puños al pecho sin protecciones es muy útil para acostumbrarse al contacto de los nudillos, forjar el control del stress y aprender a cerrar correctamente las manos. Es un caso de sparring controlado porque implica dos reglas especiales: la exclusión del puño a la cara (además de evitar patear, cerrar la pelea en el clinch, etc.) y la exigencia de plantear un combate franco, en lugar de retroceder mucho o evitar el enfrentamiento.
Asimismo, es muy útil para desarrollar reflejos forzar a uno de los practicantes a defenderse de los ataques del rival sin poder a su vez atacar. Este ejercicio es también fructuoso para desarrollar habilidades de contragolpe.
Las posibilidades del sparring controlado son infinitas. Se lo puede emplear para practicar cualquier aspecto del combate que a uno le interese privilegiar. Luego, el sparring libre debe practicarse como instancia de articulación y puesta a prueba de las habilidades adquiridas de forma fragmentaria.
El aprendizaje por conceptos y los ejercicios funcionales
Voy a cerrar este post con dos ideas finales. Primero, el aprendizaje será siempre más rico para el practicante si éste logra entenderlo. Hacer cosas arbitrariamente, sólo porque al coach o al maestro se le ocurre, lleva a menudo a no poner el énfasis en donde es necesario ponerlo. Por ejemplo, en los ejercicios precombativos es contraproducente buscar “ganar” la pelea. Si busca ganar, el practicante tratará de llevar el ejercicio a un lugar donde se sienta cómodo. Por ejemplo, si no está acostumbrado a recibir puños en el pecho sin guantes es probable que plantee un combate especulativo y en retroceso. Así, se privará de adquirir las habilidades que puede proveerle el ejercicio, lo que supone precisamente que se plante a dar y recibir sin importar que le duela o que su rival lo supere y sienta que “pierde”. Si el coach explica esto a los estudiantes es más factible que, comprendiendo los fines del ejercicio, le saquen todo el jugo posible. Un buen maestro de artes de combate, entonces, es aquél que se pregunta “¿Qué concepto estamos aprendiendo hoy?” y transmite la respuesta a sus estudiantes.
El aprendizaje por conceptos es más amplio, más flexible, y a la vez más detallado y preciso que el aprendizaje por técnicas. Aprender técnicas es muy limitado, pues no permite considerar globalmente la situación de combate. Al aprender por conceptos, podemos considerar aspectos más amplios de esa situación (siguiendo con nuestro ejemplo del combate de puños al pecho sin protecciones, estamos considerando el aspecto de exposición al stress y capacidad para sobrepujarla). Todo entrenamiento implica una necesaria fragmentación de la experiencia de combate, pero la fragmentación por técnicas es mucho más pobre y sesgada que la fragmentación por conceptos. Un concepto puede describir una citación de combate (por ejemplo: tengo un rival más bajo y muy agresivo y debo lograr mantenerlo a distancia). Pero, a la vez, un concepto puede ser más detallado que una técnica (un concepto puede referirse a la correcta preparación de la patada lateral). Aprender a pelear no es aprender técnicas y luego ensamblarlas en una pelea, es adquirir habilidades de combate complejas. El concepto de una práctica debe compendiar las habilidades que en ese caso particular se pretende desarrollar.
La práctica razonable, además, debe ser funcional. Esto significa que debe poder justificarse a la luz de las habilidades que uno pretende desarrollar. Ahora volvemos a Bruce Lee. Practicar formas es en verdad muy poco funcional, no porque constituya un rodeo para la práctica de combate, sino porque es un rodeo inútil o muy poco útil. Si, durante el tiempo que pasamos haciendo formas, le pegamos a la bolsa o levantamos pesas, probablemente logremos mejores resultados. ¿Por qué? Porque las formas no permiten desarrollar habilidades combativas, ni siquiera las habilidades básicas del dominio de la técnica. Las formas son demasiado estilizadas para constituir un aprendizaje técnico. Hacer sombra, lo que incluye tirar rápidas combinaciones y moverse más o menos como en una pelea, es probablemente más eficientes. Ejercicios eficientes son no sólo los que logran un fin propuesto, sino los que además lo logran con cierto “ahorro de medios”, esto es, aprovechando nuestro tiempo de entrenamiento.
¿Nos proponemos entrenar mejor? Entonces preguntémonos dos cosas: ¿lo que hacemos va en contra de lo que deseamos? Y ¿qué conceptos pretendemos aprender hoy? Esas dos preguntas son la guía fundamental de un buen programa de desarrollo de habilidades.
(Por cierto, recomiendo enfáticamente que visiten el blog de Ezequiel Mas de academia Kaeshi y el blog de Jerónimo en la web de San ti. Pueden encontrarlos en la sección de Links de este blog).

jueves, 28 de enero de 2010

Pequeño estudio sobre el swing

Aprovecho las vacaciones para actualizar el blog después de un prolongado impasse. En esta ocasión, les presento unas breves reflexiones sobre uno de los golpes de puño menos efectivos que existen, el gancho boleado o swing. Debo los fundamentos de todas estas ideas al genial Jerónimo Milo y su revista, San Ti (para este tema en particular es importante el nº 5), y a mis queridos compañeros del foro de artes marciales TT. Las respectivas webs:
http://www.centrosanti.com.ar/
http://www.centrosanti.com.ar/Magazine/magazine.htm
http://www.talibanteam.tk/

La diferencia entre swing y overhand
Bueno, vamos a las cosas mismas o, como corresponde en este contexto, a los bifes. A menudo se utiliza el término "overhand" de manera excesivamente específica, para referirse exclusivamente a un golpe curvo de gran amplitud que se prepara por encima de la cabeza e impacta sobre el rival en un ángulo de 45º. Aquí vemos Chuck Lidell mostrando el golpe al que me refiero:



Las definiciones son convencionales, pero me parece más útil llamar a eso que hace Lidell swing. El swing es un caso particular de overhand, no el único. Overhand es genéricamente todo golpe que busque, mediante una elevación del codo, pasar por encima de la guardia del rival en lugar de por el medio. Esto incluye pegar por encima del hombro o colándose por la pequeña "v de la muerte" que se forma entre el brazo y el antebrazo. Lo contrario de una overhand es un golpe directo, que normalmente busca conectar abriéndose paso por entre los dos brazos del rival y no lleva una elevación del codo. La overhand tiene por fuerza una trayectoria descendente, mientras que los golpes directos suelen ser paralelos al piso o ascendentes.
Un golpe recto normalmente es también directo. No necesitan ver un video de un recto directo para saber qué es porque resulta obvio. Pero también puede haber una overhand recta. Ejemplo (lamentablemente no se puede insertar):
http://www.youtube.com/watch?v=lK8hKPKoc-o
La trayectoria del golpe es rectilínea, no curva. Sin embargo, hay un movimiento preparatorio: se levanta el hombro antes de descargar el golpe. Esto le da una dirección descendente a todo el movimiento, que permite que el golpe pase por fuera de la guardia (como ya dije, por encima del hombro o por la v de la muerte). Se trata de una overhand recta.
Ahora pasemos al gancho. Un gancho técnicamente correcto carece de todo contra-movimiento previo a la acción. Es un golpe curvo que sale de la guardia y sin abrirse hacia atrás o el costado se dirige en forma oblicua hacia el rival. se distingue del recto por su trayectoria circular (y no por poseer una apertura previa). Acá ven un ejemplo:
http://www.youtube.com/watch?v=Yg3t5Dw4HjE
El gancho puede pasar por dentro de la guardia (aunque es un poco difícil y generalmente implica una salida lateral). También puede venir con una elevación del codo que lo hace descendente, pero que no implica una apertura de gran amplitud. En este segundo caso es un gancho-overhand, pero no un swing. Acá tienen un video que muestra excelentemente las versiones descendente y ascendente del gancho (esta última constituye un ejemplo de gancho directo, que va por dentro de la guardia):

Como ven, puede lanzarse un gancho descendente corto, que no aleja la mano del brazo o la aleja muy poco. Ese gancho no llega a ser un swing, es un "gancho puro" -o casi-. (Para una explicación de este concepto lean el libro del maestro de maestros, Jack Dempsey, o el nº 5 de San Ti). En otras palabras: el gancho descendente no se aleja lateralmente del blanco para luego entrar en la trayectoria de impacto, sino que sale ya moviéndose hacia él. Si se desvía, lo hace un poco y hacia arriba, no hacia el costado. Así, no implica una total apertura de la guardia.
Recapitulando, tenemos tres clases de overhands: la overhand recta, la overhand en gancho y el swing. Todas tienen en común que se lanzan con una elevación del codo y buscan escurrirse por encima y afuera de la guardia. La overhand recta, además, tiene una trayectoria rectilínea. La overhand en gancho, una trayectoria circular, pero no una apertura de gran amplitud.
El swing, finalmente, es una overhand curva y de gran amplitud. Como se ve en el video de Lidell al comienzo de esta entrada, un swing supone una larga preparación previa a la acción. En el swing se lleva la mano hacia el costado, abriendo la guardia, mientras se la eleva para finalmente lanzarla hacia abajo sobre el rival. La potencia de este golpe sale principalmente de la inercia que levanta por su larguísimo recorrido.

Sobre la efectividad del swing
La dura y fría realidad es que los golpes de gran amplitud prácticamente no se usan en boxeo. El swing es propio de un boxeo "zapallero" y técnicamente mediocre. Básicamente, es casi imposible embocar con un swing a un boxeador con los reflejos afilados y que está concentrado casi únicamente en tus manos. Dempsey dice al respecto que si tu contrincante es lo bastante malo como para comerse un swing, le podés ganar tranquilamente con rectos y ganchos puros. O sea que el swing, allí donde es factible, resulta innecesario. Y allí donde sería necesario (donde los demás golpes no te están resultando) es improbable que logres conectarlo con éxito (si tu rival no se come un gancho puro, difícilmente le entres con tamaño boleado). Además, los golpes amplios tienen la desventaja de que descubren mucho tu guardia, dejándote a merced de los directos y ganchos más veloces de tu oponente.
En Kick Boxing o MMA este tipo de golpe es más factible por una razón: el rival se tiene que concentrar en otras cosas (patadas, lances) y, si tenés buen timing, lo podés agarrar medio desprevenido y embocarlo. Además de Chuck Lidell, Mike Zambidis e Igor Vovchanchin dominan muy bien esa técnica.
A mi ver, el modo más seguro de tirar un swing consiste en acompañarlo con un quiebre de cintura simultáneo o previo que vaya en la misma dirección de la mano. Esto resulta biomecánicamente incorrecto: tu peso va por delante del golpe, no por atrás, lo que le resta potencia. Pero con el recorrido amplio y la inercia del cintureo previo se suple la carencia en la alineación postural, alcanzádose de todos modos un golpe muy vigoroso.
Mi veredicto es que el swing puede aplicarse en un combate, como todas las demás cosas raras ("cosa rara" es -excluyendo lances- todo lo que se salga de golpes de puño básicos y patadas bajas). Ocurre lo mismo (saliendo del boxeo) con la patada en gancho, el rodillazo volador, el codo descendente con salto, la roll kick, etc. Todas esas técnicas son efectivas si se las entrena lo suficiente y se les cala el timing. Pero, sobre todo, no se puede hacer de esas herramientas la base de una estrategia de pelea. Nadie sale a combatir tirando swings. Se sale a pelear tirando rectos y ganchos. Y se usa el swing sólo si aparece una oportunidad. Se puede ganar una pelea sin tirar un solo swing, pero no sin tirar un recto de izquierda. En un round se arrojan al menos 40 rectos de izquierda, y a lo sumo 5 o 6 swings. Como toda técnica rara, puede usarse para sorprender al rival y dejarlo repentinamente fuera de combate. Pero no puede ser la técnica básica de una estrategia razonable.

martes, 2 de junio de 2009

Lineamientos generales. Postura y guardia. Nociones estratégicas.

La guardia
Un boxeador técnicamente más o menos ortodoxo se para con los dos pies separados por un ancho de hombros, a 45º con respecto al eje de simetría axial del cuerpo (llamo eje axial a la línea vertical imaginaria que corta el cuerpo en dos partes iguales pasando por la mitad de la nariz, del ombligo, etc., quedando de cada lado una pierna, un brazo, un ojo, una oreja). El boxeador se para semi-perfilado . Baja el mentón, colocándolo cerca del pecho y escondiéndolo entre los hombros. Sube la guardia, cerrando los codospara cubrir las costillas.
La mano hábil, normalmente, se coloca del lado de atrás. Esto permite maximizar la potencia. ¿Por qué? Por un lado, es de esperar que el brazo hábil sea muscularmente más fuerte. Al mismo tiempo, el golpe dado con el brazo colocado atrás es más fuerte en virtud de su recorrido más largo. Si colocamos la mano hábil adelante, la ponemos donde es menos fuerte por el recorrido. Así, "equlibramos" la potencia de nuestros golpes: tenemos el brazo fuerte del lado débil y viceversa. Pero para desarrollar "kock out power" no necesitamos equilibrio, necesitamos maximización de la potencia. Luego, nos conviene colocar el brazo fuerte del lado fuerte. Así obtenemos el golpe de "potencia máxima".
De ordinario, la mano derecha va pegada a la cara y la izquierda un poco más abierta (a menos que use una guardia zurda o "southpaw", en ese caso es al revés). El peso, con una posición así, va a veces repartido equitativamente entre las dos piernas y a veces ligeramente recargado en la adelantada (digamos 60-40). Esto configura una posición "amenazante": un tipo agachado, más bien frontal, que tiende a pararse sobre los metatarzos e inclinar el peso hacia adelante. La guardia cerrada, cerca del cuerpo, con las manos tocando o casi tocando la cara completan el esquema.
Esta es una buena explicación sobre la posición y la guardia:



Estrategias básicas: estilista y noqueador
¿Cómo pelea un boxeador? Hay dos estrategias básicas: la del estilista y la del noqueador. El estilista o out-boxer puede pararse algo más erguido. Usa principalmente puños rectos, busca mantener la distancia larga y desplazarse lateralmente. Por lo general, los estilistas son altos y de brazos largos. Mohammed Alí era un estilista. Notas adicionales: el estilista no busca el intercambio de golpes. Si las cosas se ponen rudas, normalmente va al clinch. En cambio, el noqueador o in-fighter busca la distancia media y corta. Suele agazaparse más para esquivar los directos del rival y entrar a intercambiar ganchos. Entonces descarga sus combinaciones. Se le llama noqueador porque, al usar más los ganchos, sus golpes alcanzan superior potencia. En el camino a la distancia corta el noqueador suele recibir algo de daño. Por eso necesita tener encaje o aguante. En general, los in-fighters son peleadores de baja estatura, que se mueven mejor de cerca por el corto de sus brazos. En mayor medida, pero no exclusivamente, para los in-fighters el boxeo se basa en la combinación de golpes.
El manejo de los ángulos y el contragolpe, en cambio, son parte de la movilidad de cualquier boxeador. Combinar bien supone alternar en el ataque directos, cruzados, ganchos a la cara y ganchos al cuerpo. Esto permite abordar al rival cambiando continuamente el ángulo desde el que entra el golpe, haciendo difícil defender todos los ataques. El contragolpe no necesita explicación: evidentemente, cuando uno ataca merma su concentración y es más permeable a los ataques. El cambio de ángulos, finalmente, consiste en desplazarse para nunca encarar al rival de manera muy frontal, intentando siempre estar en una posición desde la que atacarlo sin que él pueda atacar. El boxeo es un arte muy sutil: no se basa en grandes movimientos acrobáticos ni necesariamente demoledores. Se basa en la administración precisa de los pequeños movimientos: pequeños desplazamientos, combinaciones, etc. La sutileza brutal es la belleza del boxeo.
Una pelea "paradigmática" de in-fighting vs out-fighting (de "estilista" vs "noqueador"): Ali vs. Frazier 1 (08/03/71, pongo el link a la primera parte, vayan buscando el resto en u tube). Se ve a Frazier agazapado, achicando continuamente la distancia con el cintureo y tirando ganchos. Ali, en cambio, permanece erguido, castigando con los directos mientras retrocede y buscando el clinch si Frazier se acerca mucho. Un pequeño tip sobre el out-boxing, notorio sobre todo en el primer round: es difícil embocar con rectos al rival que entra cintureando o cabeceando. Por eso, cuando Frazier se agacha mucho, Ali busca el uppercut desde bien abajo. Toda estrategia de larga distancia se completa con una buena alternancia de rectos y uppercuts. El petiso, en cambio, usa principalmente ganchos a la cabeza y el cuerpo.

Sobre el in-fighting. Riesgos y estrategias.

A partir de la introducción anterior, quiero proponer algunas reflexiones sobre el in-fighting y los riesgos que acarrea, tanto dentro como fuera del ring.
Tenemos que preguntarnos si el juego de achique no depende de los guantes. Los guantes disminuyen el daño que causan los golpes y (por su tamaño) facilitan la protección del peleador. Ponerse la mano cerca de la cara no tiene sentido sin guantes. Con un colchón de 12 onzas en la mano, sí tiene sentido.
Hay un artículo muy bueno de en el último número de la revista San Ti sobre este tema. En ese artículo se estudian las guardias del viejo boxeo sin guantes. Curiosamente, la mayoría implican una postura erguida y llevan las manos lejos de la cara. El texto también dice que el in-fighting era raro antiguamente, porque, no habiendo guantes, representaba un mayor riesgo.
Sumo a las ideas de ese artículo unos datos más. Si ven peleas de MMA o Kick Boxing de tipos que conservan más o menos su estilo tradicional (por ejemplo Lyoto Machida, o en otros tiempos Buakaw Por Pramuk) van a notar que en general no saben boxear. Tiran patadas, directos, a lo sumo un gancho y buscan el clinch para derribar o pegar desde ahí. De la misma manera, no hay tantos peleadores de MMA con un juego de manos técnicamente boxístico en distancia media y corta (Jens Pulver, Allistair Overeem, y en menor medida Randy Couture son flamantes excepciones).
¿A qué voy con todo esto? Sin guantes, pelear en una distancia media y corta es más peligroso. Al achicar uno corre más riesgo de recibir un golpe demoledor. Tampoco se soluciona nada con la guardia cerrada cerca de la cara, porque -nuevamente, sin guantes- tiene muchos huecos. Y, por último, casi que le regalás al rival la posibilidad de clinchearte si lo prefiere. ¿Esto pone en entredicho la estrategia in-fighter? ¿Pone en entredicho la efectividad de la mitad del moderno boxeo deportivo?
El problema, en síntesis, radica en que cuando uno va al achique es probable que reciba algún castigo en el camino. Con guantes grandes eso no es un problema tan grande, te podés confiar un poco, a menos que tu rival tenga "manos de piedra". Con guantines de MMA o a mano vacía es preferible tratar de no recibir golpes en la cara nunca. En el ring, emplear la regla de "cobro pero pego" es peligroso, fuera del ring lo es más aún. Creo, sin embargo, que existen varias estrategias de "in fighting seguro" que uno puede aplicar, que minimizan los riesgos de recibir castigo en el achique.
Ante todo, un tip básico, de hecho una regla técnica básica en boxeo: bajar el mentón y esconder la cara entre los hombros. Mantener una posición "agazapada", con el torso levemente inclinado hacia adelante, los codos cerrados y la cabeza baja te permite esconder las zonas más frágiles de la cara (ej. mandíbula). Si recibís un golpe es preferible que te pegue en la frente (que es tal vez incluso más dura que la mano) y no en el rostro. Pongo este "tip" aparte porque más que una estrategia puntual es una regla general elemental.
Ahora, algunas estrategias de "achique seguro" que usé/uso o vi usar:
1) Atacar con un directo (de izq. o der.) largo y profundo, agachándose al mismo tiempo (quebrando la cintura como en un esquive). Con el quiebre lateral de cintura esquivás los directos del rival, dejando que te pasen por arriba. Al mismo tiempo te metés con un buen paso hacia adelante y una mano recta que sale desde la posición agachada. Me parece que esta es la peor estrategia, pero personalmente es la que más me sale. Desventajas: no ves bien, la alineación postural no es idónea (tenés el peso a un costado del golpe, a veces quedás "raro" para combinar), perdés explosión por la relativa lentitud del quiebre lateral de cintura, corrés riesgo de que te emboquen con un uppercut cuando entrás. Algo como esto (en lugar de al cuerpo también se puede pegar a la cara):















(fuente: http://coxscorner.tripod.com/hunnicut2.html)

2) Jab-contra-jab. Una simple estrategia de contra-contragolpe. Tirás un jab, no siempre en distancia, para suscitar la contra (que esperablemente va a ser otro directo). Bloqueás la contra y tirás otro jab. Este último puede ir con un paso de caída, un paso largo simple o un paso corto simple, dependiendo de la distancia. Es una buena estrategia, no perdés visibilidad ni alineación postural. Requiere reflejos y concentración. A mí me sale a menudo, pero exige que el rival sea medio salame. Acá podemos ver a George St. Pierre tirando jab de contra (habría que agregarle que abrís con un jab, y contra-contra golpeás, pero sirve para darse una idea):



3) El "pressure-fighting" propiamente dicho: atacar en forma continua, compacta y veloz. La velocidad de repetición de los ataques a veces no da al rival posibilidad de entrar. He peleado con tipos a los que no les podía pegar porque su ataque no tenía "huecos". Riesgo: al atacar furiosamente perdés algo de concentración para bloquear en la eventualidad de que el rival llegue a contragolpearte. Ventajas: ves bien, no das ningún paso largo y profundo (cosa que para mí puede ser peligrosa). En general, el ataque insistente y compacto es compatible con las estrategias 1) y 2) (se aplica primero alguna de ellas y luego se descarga a toda velocidad una combinación). Hace unos meses estoy desarrollando esta estrategia con ejercicios puntuales de velocidad en la bolsa y con mancuernas, y sale bastante bien.

4) Entrar cintureando. Simplemente eso: entrás "bobbing and weaving" hasta la distancia de ganchos. Ventajas: el rival en general queda mal parado cuando lo esquivás, te quedan las manos libres para golpear. Desventajas: riesgo de uppercuts (o, por qué no, rodillazos); cinturear recarga el peso en la pierna adelantada, lo que -nuevamente, fuera del contexto boxístico- te hace más vulnerable a low kicks y tackles (porque no llegás a levantar la gamba y/o hacer sprawl a tiempo). Encontramos un maravilloso ejemplo de esta estrategia en el genial Mike Tyson (además de en Joe Frazier, mencionado en la entrada anterior):



Noten que Tyson pelea normalmente en "dos pasos": primero busca la distancia de golpe, entrando con el cabeceo y garantizándose no cobrar en el camino (usando su famosa guardia "pick-a-boo"), y luego descarga sus ganchos demoledores. Lo primero es no dejarse pegar, pegarle al rival viene después.
Una variante de esta estrategia consiste en entrar bloqueando y cambiando el ángulo (flanqueando al rival). Es lo mismo, sólo que en lugar de cintureos o cabeceos usamos bloqueos. La estrategia coincide porque se trata de garantizarse la distancia de golpe primero (defendiéndose) y atacar después. El cintureo tiene la ventaja de que deja las manos libres, aunque, como ya dijimos, expone la cabeza a uppercuts (o rodillazos),

En fin, esas son las estrategias de in-fighting "lo menos suicida posible" que conozco.

miércoles, 27 de mayo de 2009

Esquema de una clase de box

El entrenamiento de un deporte de combate supone la adquisición de un conjunto de habilidades diversas que son puestas en práctica a la hora de la pelea. Estas habilidades tienen que ver con la preparación física, la formación técnica y el desarrollo de habilidades de combate propiamente dicho.
La preparación física se compone de ejercicios aeróbicos y de tonificación muscular, orientados a incrementar la potencia y la resistencia del estudiante y ampliar su capacidad toráxica. Es simple: para durar unos rounds, aunque sean pocos, y pegar fuerte, necesitamos que nos dé el aire y nos aguanten los brazos y las piernas.
El entrenamiento técnico, por su parte, se realiza fundamentalmente con el profesor o con un compañero. Consta de la repetición de patrones de movimiento (por ejemplo, combinaciones de golpes dadas) que son corregidos insistentemente. Mediante la repetición supervisada de drills técnicos, el estudiante puede pulir progresivamente la ejecución de los movimientos de combate. Adquirir pericia técnica nos permite maximizar la potencia en los golpes mediante el uso de la cadera y el peso del cuerpo. Además, los golpes lanzados técnicamente dejan al rival menos huecos para contragolpear, minimizando los riesgos del ataque (de ahí el famoso “no me bajés los brazos, pendejo!”). También hay ejercicios mixtos, en los que se ponen en juego tanto la técnica boxística como el entrenamiento físico (por ejemplo, el trabajo con la bolsa o la sombra con mancuernas).
Finalmente, las habilidades de combate propiamente dichas hacen al conjunto de disposiciones mentales y anímicas que el estudiante debe desarrollar para pelear mejor. Estas habilidades son, principalmente: control del stress, reflejos, coordinación, concentración, timing, noción de la distancia. Un peleador puede ser muy técnico o tener un cardio fenomenal, pero si no aprende a controlar el stress del combate y permanecer impasible ante las piñas, cuando se suba al ring va a hacer cualquier cosa. Pelear bien exige una serie de capacidades específicas, que se desarrollan fundamentalmente combatiendo pero también mediante una serie de ejercicios precombativos que permiten al estudiante adquirir de a poco habilidad de combate. Por ejemplo, el “medio combate” es uno de mis ejercicios precombativos favoritos. Dos estudiantes suben al ring. Uno lleva los guantes, el otro no. El primero ataca libremente, moderando la velocidad y potencia de los golpes conforme el tiempo de práctica del rival. El otro tiene que bloquear y esquivar todo lo que le tiren, sin poder atacar. Este ejercicio resulta muy útil para los principiantes. En sus primeros combates, todos están tensos, pierden la concentración y pronto se agarran "a zapallazos". El medio combate ayuda a uno a concentrarse en la defensa y a otro a atacar libremente con más tranquilidad. El que defiende va afilando sus reflejos, cosa que va a serle muy útil cuando se largue a pelear libremente. En general, los ejercicios precombativos colaboran con la adquisición de capacidades específicas que se ponen en juego en combate.
Entrenamiento físico, preparación técnica y ejercicios precombativos se articulan en un programa de desarrollo de habilidades que permite al practicante mejorar su capacidad de lucha. El combate, siempre supervisado por el profesor y practicado con buena onda, es el momento de síntesis de ese programa, en donde todo se pone en juego: físico, técnica y las demás habilidades.

Esquema de clase 1 (1 hora y media)

Entrada en calor y preparación física (30 minutos aproximadamente)
Primer modelo de entrada en calor:
- 10 min de saltar la soga.
- 300 abdominales (en 10 series de 30, correspondientes a 10 ejercicios distintos que fortalecen el abdomen de diferentes maneras).
- Rutina aeróbica “40 Burpees”, que consiste en 4 repeticiones de: 50 talones a la cola, 50 rodillas al pecho, 10 burpees (ejercicio que combina un salto en extensión y una flexión de brazos), 50 piques en el lugar, 10 flexiones de brazos (con modificaciones técnicas en cada repetición). Entre cada ejercicio se descansa saltando en el lugar (como si se saltara la soga) por unos 20 o 30 segundos.
- Elongación.

Segundo modelo de entrada en calor:
- 10 min de saltar la soga.
- 300 abdominales (en 10 series de 30, correspondientes a 10 ejercicios distintos que fortalecen el abdomen de diferentes maneras).
- Trabajo con mancuernas. Ejercicios diversos de tonificación muscular (8 series de 100 repeticiones, correspondiendo cada una a un ejercicio diferente).
- Sentadillas (4 series de 20)
- Elongación.

Preparación técnica (40 minutos)

Los estudiantes se dividen. Algunos trabajan con la bolsa, otros se colocan en parejas y uno puede trabajar con el profesor, que puede usar guantes de foco.
Lineamientos técnicos básicos:
1) Postura y guardia. Dada la imposibilidad de controlar los movimientos del rival (por la presencia de guantes y la ausencia de combate mediante agarres) es necesario mantener una guardia alta y cerrada.
2) Desplazamientos. Para mantener el mejor equilibrio posible, la regla de oro del desplazamiento es la prohibición de cruzar las piernas. En términos tácticos, lo mejor es caminar en "espiral hacia el centro", flanqueando al rival.

Trabajo en la bolsa. Al principio, se entrenan combinaciones fijas con fines específicos (como de desarrollar velocidad en la cadera o coordinar mejor). El practicante avanzado trabaja en forma más libre. Al comienzo, además,se prioriza la práctica de golpes rectos.
No hay que olvidar que la bolsa tiene muchas funciones. No se trata sólo de pegarle fuerte. La bolsa sirve para desarrollar potencia, pero también para adquirir noción de la distancia (saber cuándo pegás y cuándo estás lejos). La bolsa también permite mejorar la velocidad de los golpes y el cardio.

Trabajo con guantes de foco: Acá el estudiante va ejecutando combinaciones que le indica el profesor (quien, además, le va “tirando” golpecitos con el guante para que se mantenga alerta). Este ejercicio permite mejorar la técnica de manera intensiva, porque permite al profesor concentrarse en un solo estudiante por vez.

Trabajo en parejas: En este caso los estudiantes practican combinaciones técnicas, aprendiendo las bases del estilo. Se realizan ejercicios de complejidad creciente. El principiante tiene que aprender a pararse bien, sostener su guardia y caminar sin cruzar los pies. Luego suma los primeros golpes. Por ejemplo, se le puede indicar que camine a lo largo del gimnasio en línea recta, deteniéndose a cada paso para lanzar un directo de izquierda y uno de derecha. Un practicante algo más avanzado trabaja con el compañero, que va bloqueando los golpes (pautados) que se le lanzan. Desarrollar una buena técnica de bloqueos es tan importante como atacar bien. Finalmente, los estudiantes más avanzados pueden entrenar ataques, bloqueos y contragolpes.

Algunas de las combinaciones que se utilizan en la preparación técnica:
Primeras combinaciones:
Combinación 1: Jab - derecha – gancho - uppercut. Practicarla en el lugar y luego con desplazamientos.
Combinación 2: Jab – jab - gancho.
Combinación 3: Jab – jab – derecha – cintura - derecha.
Combinación 4: Ganchos al cuerpo y a la cabeza (por derecha e izquierda).
Combinación Ale 1: Jab – derecha - gancho izq. al cuerpo – derecha – cintura – derecha –gancho izq. – derecha – cintura – derecha.
Combinación Ale 2: Jab- derecha – gancho izq. – cintura – gancho izq. - derecha-gancho izq.
Bloqueos y esquives:
Ejercicio 1: Bloquear dos rectos. Luego bloquear dos rectos, salir hacia el costado, contragolpear con derecha-gancho.
Ejercicio 2: Bloquear dos rectos y un gancho. Luego contragolpear con derecha-gancho.
Ejercicio 3: Bloquear la combinación 4.
Ejercicio 4: Esquivar dos rectos. Contragolpear con gancho izq - derecha.
Ejercicio 5: Esquivar gancho. Contragolpear con gancho.

(Obviamente, estos son sólo algunos ejemplos, hay muchas más combinaciones posibles)

Ejercicios precombativos y combate (20 min).
El último tramo de la clase se usa para combatir o hacer ejercicios precombativos (como el ya descrito medio combate). Es importante regular la intensidad de los combates para que el estudiante adquiera todas las habilidades que necesita de forma progresiva. Por ejemplo, no se puede empezar haciendo combate a contacto pleno sin restricciones, porque es probable que el practicante (por el stress) desarrolle sólo algunos trucos de supervivencia y no llegue nunca a desplegar todo su arsenal técnico. Del mismo modo, no puede evitarse sistemáticamente el contacto pleno, porque el estudiante (siempre y cuando le interese pelear) necesita acostumbrarse a la dureza de los golpes.

El puglismo y la finitud

Abro el blog con este texto de mi autoría, que ya tiene algunos años pero me gusta mucho.
Publicado en la revista Amartillazos: http://revistaamartillazos.blogspot.com/

Sobre el pugilismo y la finitud

Algunas notas acerca de la subjetividad en la práctica marcial y deportiva

No sólo la riqueza sino también la pobreza humana reciben simétricamente -bajo el presupuesto del socialismo- una importancia humana y, por ende, social. Es el vínculo pasivo que permite que el hombre experimente como necesidad la mayor riqueza, el otro hombre

Karl Marx

Introducción

¿Qué reflexiones filosóficas pueden suscitar los deportes de combate? Por lo general, el combate cuerpo a cuerpo en contacto pleno es concebido, sin más, como una actividad brutal, signada por la violencia, la competencia y el egoísmo. Por el contrario, suele señalarse que la práctica de las artes marciales tiene algunas implicancias éticas, en tanto contribuye a la conformación del sujeto de la práctica. Este trabajo se propone elucidar algunos procesos de subjetivación y formas de interrelación humana que se despliegan en el entrenamiento marcial y deportivo, atendiendo a los dispositivos de práctica y a sus presupuestos sociales más amplios.

Para elucidar –y criticar- el sentido de estas implicancias partiré de un texto de sensei Masaaki Hatsumi, maestro de Ninjutsu. Refiriéndose a Takamatsu, su maestro [1], Hatsumi señala: “en China lo conocían como Mo-Ko, el tigre mongol. Pero en Japón sus amigos lo llamaron `el gatito de Yamamoto` (…) Takamatsu dijo que había necesitado actuar como un tigre en china, para sobrevivir. Ahora él necesitaba actuar como un gatito, de modo que las mujeres lo quisieran y desearan acariciarlo. El secreto es flexibilidad y conveniencia. Cuando se necesita ser un tigre, se puede. Cuando es mejor ser un gato, también se puede”. El artículo de Hatsumi trasunta en general una concepción exacerbadamente teleológica de la naturaleza, que no nos interesa explicar aquí y que no consideramos defendible o simpática en modo alguno. Sin embargo, en el fragmento citado, expresa una noción común sobre la práctica marcial: ésta reconciliaría al individuo con un mundo que difiere de él (y al que no puede sustraerse) tornándolo flexible, permeable a su contexto.

Los modos de práctica y sus sentidos

Habitualmente, entre los beneficios de la práctica de las artes marciales, se señala que éstas proveen un mayor conocimiento del propio cuerpo, de sus capacidades y de sus limitaciones, al tiempo que tienden a ampliar el horizonte de esas capacidades. El sentido inherente a la práctica marcial es, pues, el incremento del control y el conocimiento del propio cuerpo, antes que la lucha en sí misma. En la práctica continua y repetida de complicadas técnicas de combate (en el aprendizaje de acrobáticas patadas voladoras, de técnicas que suponen una precisión milimétrica para dar en el blanco –golpes con un dedo, por ejemplo- y formas –sucesiones de movimientos que implican un estricto control de cada movimiento-) el estudiante del arte marcial aprende a concentrar su atención en cada una de sus extremidades y articulaciones, a conservar su equilibrio, a regular su respiración, etc. De este modo desarrolla progresivamente una conciencia de cada detalle de su cuerpo, de sus dimensiones y de sus capacidades motrices. Quien practica adquiere, al mismo tiempo, una mayor noción de sus limitaciones, de aquello que su cuerpo no es capaz de hacer como determinación de lo que sí es capaz de hacer. El entrenamiento del arte (y en esto coincide con la danza y el deporte en general) enseña a conocer el propio cuerpo en la especificidad de sus determinaciones y por lo tanto en su finitud.

Los practicantes de artes marciales por lo general evitan del combate en contacto pleno, despreciándolo a menudo como un ejercicio burdamente violento [2]. Sin embargo, el mero entrenamiento de formas y técnicas abstraídas del combate presenta un problema fundamental: no hay allí un otro resistente. La técnica pura es un paradigma de identidad, a veces incluso registrado en enciclopedias confeccionadas por instituciones que regulan la práctica. En la perfecta ejecución de un movimiento reglamentado, contra la bolsa o una madera, no hay más resistencia que la de la masa inerte impactada. Entrenando repetidamente técnicas en el aire o con excesiva cooperación del compañero, aprendemos lo que nuestro cuerpo puede, por así decirlo, “en sí mismo”, pero no aprendemos a responder a un rival. Las técnicas estilizadas y separadas del combate ignoran toda especificidad y toda concreción: el maestro las conoce y los alumnos las repiten. La identidad abstracta de la técnica se reproduce en la individualidad de cada cuerpo con independencia de su inserción en el contexto en que la técnica vive, el combate: hay un original y muchas copias. No se altera la técnica para amoldarla a la lucha (a la resistencia de lo que no es idéntico), se disciplina al cuerpo para que reproduzca la técnica preestablecida. Esto no significa que las técnicas (o la disciplina en general) sean en sí mismas dañinas, sólo lo es la forma en que se insertan en un contexto de práctica donde la resistencia del cuerpo del otro se minimiza, elevándose la técnica a fetiche. La técnica es condición necesaria del buen pelear pero no es su condición suficiente. El combate requiere además velocidad, destreza, coordinación, reflejos, y otros atributos que sólo se desarrollan luchando. En la lucha se comprende la finitud de la técnica, su estar en relación con lo que la trasciende y resiste. Si la práctica de las artes de combate aspira a enseñar la reconciliación con lo que difiere, en la reducción a la disciplina técnica, se pierde la diferencia del cuerpo rival (y por ende del propio). El entrenamiento marcial típico, con su rígido esquematismo, es, pues, “idealista”: pretende que la técnica pura, “abstracta”, adquirida en la práctica solitaria abarque de suyo toda alteridad posible. Cree que basta con tener golpes buenos para combatir, como si el cuerpo propio pudiera totalizar el combate. Pero el combate es precisamente la relación con un rival.

El boxeo y los deportes de combate en general se distinguen de las artes marciales tradicionales porque su finalidad intrínseca es la lucha en sí misma y no el acrecentamiento del control y conocimiento del cuerpo, que son en cambio meramente medios para mejorar las habilidades de combate de los practicantes. En el conflicto el otro se revela como propiamente diferente, porque se resiste a nosotros [3]. Para defenderse escapa hacia cualquier parte. Sus opciones de ataque son múltiples, por lo tanto, es en buena medida impredecible. No espera a que ejecutemos la técnica, se le opone por todos los medios posibles: se desplaza continuamente, golpea mientras atacamos y antes de que acabemos de defendernos. Ya no importa únicamente cuán buena sea la técnica de cada peleador, cuánto se acerque al ideal a ejecutar. Ahora todo existe en un contexto que le resiste. Cada movimiento toma su sentido y realidad de su interacción con los otros movimientos del cuerpo propio y del cuerpo rival. Cada cuerpo rompe su ilusión de identidad helada consigo mismo y se revela como cuerpo en un devenir que es lucha y por lo tanto heterogeneidad. La única manera de pelear bien consiste, pues, en abrirse a lo que ocurra. En esto el combate se parece a la improvisación musical. Hay un entrenamiento y una técnica adquiridos que operan allí, pero no hay partituras ni directores. Es preciso lanzarse a lo imprevisible ere y dejarse alterar por ello. Sólo siguiendo el ritmo del oponente es posible derrotarlo. El pugilismo es, pues, “materialista”: se dirige a lo concreto e irreductible a toda abstracción, que en este caso es la lucha. Ninguno de los sujetos participantes puede reunir en sí la totalidad de la lucha, ni permanecer indemne (idéntico a sí mismo) en ella: necesariamente se alteran ambos en su interacción conflictiva.

Identidad y diferencia

Para profundizar la formulación previa apelaremos al concepto de “constelación” que Adorno desarrolla en su Dialéctica Negativa [4]. Para recuperar la especificidad del particular, anulando la pretensión totalizante del pensamiento, es preciso trazar constelaciones que revelen la historia concreta acumulada en el objeto. “La constelación destaca lo específico del objeto, que es indiferente o molesto para el procedimiento clasificatorio (…) Sólo las constelaciones representan, desde fuera, lo que el concepto ha amputado de sí en el interior, alcanzando con el pensamiento lo que éste eliminó necesariamente de sí. Es lo que toma en cuenta el uso hegeliano del término ´concreto´ según el cual las cosas son en sí mismas su contexto, no su pura identidad”. Si el movimiento del pensamiento abstracto consiste en separar la cosa del contexto en que se inserta para reducirla a un mero ejemplo suyo, la constelación de conceptos, que los articula en torno a la cosa, permite revelar las relaciones que ésta mantiene con su contexto, disolviendo su identidad como cosa separada. Así, se recupera la particularidad del objeto, cuya nota distintiva es la historicidad: ”el interior de lo diferente es su relación con lo que no es por sí mismo y le es negado por la identidad helada y reglamentada consigo mismo (…) La posibilidad de abismarse en el interior requiere de ese exterior. Pero una tal universalidad inmanente de lo singular existe objetivamente bajo la forma de historia sedimentada. Ésta se encuentra en lo singular y fuera de ello, abarcándolo y dándole su lugar. Percibir la constelación que lleva la cosa es lo mismo que descifrarla como la constelación que lleva en sí en cuanto producto del devenir”. De este modo, se perfila la forma en que es posible pensar lo diferente: elaborando, en torno al objeto, la historia acumulada en él, que es constitutiva de su particularidad irreductible a todo esquema abstracto. Así, el objeto es buscado no como mero ejemplo del concepto puro, sino como el particular que resiste a la coacción identitaria. La cosa mediada en sí misma por el devenir histórico es irreductible a todo esquema formal. Sólo puede conocérsela leyendo en ella ese devenir, “abismándose” en ella con un pensamiento que no pretenda abstraer su especificidad, reuniendo los conceptos en forma de constelación en torno al objeto. Expresar lo diferente, además, no es posible optando sin más por lo particular como si estuviera en sí mismo con independencia de la existencia de cualquier otra cosa que ello. Algo que poseyera en sí toda su realidad, sin relacionarse con nada exterior, sería precisamente in-diferente. Sólo los términos vinculados difieren. Comprender la finitud de algo, entonces, significa comprender que está mediado por lo que no es, que se constituye en un proceso que lo trasciende

Lo finito y particular, según lo anterior, existe inmerso en un desarrollo que difiere de él, haciéndolo diferir en sí mismo. No puede separarse del proceso en que se encuentra, trazándose una “identidad helada consigo mismo”. Cuando, en el entrenamiento marcial, se privilegia excesivamente el control del cuerpo ignorándose la relación con el rival, se aíslan forzosamente el sujeto y sus técnicas del contexto en que efectivamente operan, del que toman su sentido y realidad, y que los resiste: el combate. El pugilista, en cambio, dispone sus técnicas y del conjunto de su práctica para la relación con un rival resistente. Comprende la finitud de su cuerpo en el sentido más pleno: como relación constitutiva de la identidad con una diferencia que le es irreductible. No evita el conflicto, no reniega de él, se dispone a habitarlo como fin en sí mismo, como forma del desarrollo de sus fuerzas y capacidades. Lo finito sólo alcanza a realizarse en la relación con lo que no es por sí mismo, relación que es, por lo tanto, necesariamente conflictiva. Así, lo finito se comprende y efectúa en el combate y la afirmación de la finitud es posible como afirmación de la conflictividad.

La diferencia alienada

Ahora bien, el combate no existe actualmente como acabamos de elucidarlo, como realización del sujeto a través de su radical finitud. Para comprender esto es necesario pensar algunas relaciones entre el combate competitivo mercantil y el trabajo alienado en general. La producción es, según Marx, objetivación y exteriorización de las capacidades humanas [5], por ende, realización de la esencia humana. Esto no concierne exclusivamente a la producción de mercancías, sino a la actividad sensible humana en general, que incluye también el pensamiento, la contemplación estética, etc.: “sólo a partir de la riqueza objetivamente desarrollada de la esencia humana se desarrolla la riqueza de la sensibilidad humana subjetiva; se desarrolla un oído musical, un ojo capaz de percibir la belleza de la forma,; en suma, son, en parte, educados y, en parte, producidos, sentidos capaces de producir goces humanos; sentidos que se confirman como capacidades esenciales humanas” [6]. El hombre, según Marx, se apropia de la naturaleza y del otro hombre de modo de llegar a verse realizado en ellos, no cuando los posee o consume, sino en tanto, en su relación con ellos, despliega sus capacidades intrínsecas. Este despliegue de la esencia humana, su autoproducción o autoposición como actividad sensible humana, incluye, pues, un conjunto de actividades irreductibles a lo meramente útil (irreductibles a medios de vida), incluso actividades que, como la mencionada contemplación estética, no se cristalizan en productos, pero en cuyo ejercicio el hombre despliega sus capacidades. Esto implica que un conjunto de prácticas que podemos considerar como trabajo humano más allá de su utilidad para la subsistencia llegan a valer como fines en sí bajo el presupuesto de la desalienación de la esencia humana. El combate deportivo es también una de estas actividades, que no genera directamente un producto exterior, pero que permite al practicante ejercer sus potencias expresivas y creativas.

A partir de lo anterior, cobra renovada relevancia el elemento de resistencia y rivalidad que señalamos en los deportes de combate. ¿Qué sentido tiene la exteriorización de las capacidades humanas, allí donde conlleva un elemento de radical encuentro del sujeto con so propia finitud? El combate pone de manifiesto, como dijimos, que sus participantes no pueden abarcarlo totalmente o derivarlo a partir de sí. Por lo tanto, trasunta un rasgo central de pasividad: el sujeto de lucha es aquél que no puede reconducirlo todo a su autoproducción pura, aquél que vive más allá de su espontaneidad autogeneradora. En ese elemento de pasividad el pugilismo llega a ser, sin embargo, realización humana. Esto es entendible desde la concepción marxista antes explicitada: aún cuando el ser humano no es activo en su relación con el objeto o con el otro hombre, aún cuando padece, se realiza en esa relación, en tanto ésta es una exteriorización de sus facultades (“la apropiación de la realidad humana, su relación con el objeto, es la puesta en práctica de la realidad humana; es, por ello, tan múltiple como lo son las determinaciones del ser y las actividades humanas; acción humana y pasión humana, puesto que la pasión, humanamente concebida, es un autodisfrute del hombre” [7]). La desalienación humana en la concepción marxista (y –aventuramos- aquí radica la superación del idealismo) no es la reconducción de la totalidad objetiva al sujeto y sus procesos de síntesis, sino la paradójica autoafirmación del sujeto en su pasividad constitutiva, en su relación con la naturaleza y el otro hombre que no puede derivar de sí ni llegar a poseer. Allí donde es finito, donde se encuentra con lo que él mismo no es y que no puede derivar de sí mismo, allí donde es pasivo, según Marx, el sujeto también se realiza en tanto ejercita sus facultades. El combate deportivo, entonces, pone al practicante sensorialmente frente a su finitud, y sin embargo es también una forma de su realización y apropiación vitales, porque en esa finitud él llega a ejercitar su capacidad de actuar (padeciendo).

Empero, al igual que el trabajo en general, en la sociedad capitalista el boxeo debe existir como autoalienación humana, y no, como acabamos de intentar pensarlo, como realización y reconciliación. En un encuentro pugilístico profesional hay vencedores y vencidos, materialmente en todos los sentidos. La inserción del combate en el circuito de la competencia mercantil aniquila toda perspectiva de reconciliación. El reconocimiento no se lo dan los rivales el uno al otro, sino una instancia exterior al combate, los jueces, al vencedor. La victoria es además la propia realización en desmedro del otro, la consumación del antagonismo. Si la técnica pura es autista, se encierra en sí misma ignorando toda alteridad, la competencia es burdamente agresiva: consciente de que existe un otro, busca destruirlo. Dice Marx: “El trabajo enajenado se nos ha escindido en dos partes, que se condicionan recíprocamente, o que son sólo expresiones diferentes de una y la misma relación; la apropiación aparece como alienación, como enajenación, y la enajenación como apropiación; la alienación aparece como verdadera incorporación a la sociedad” [8]. El trabajo en sentido amplio es exteriorización de las capacidades humanas y apropiación (no posesión), por el hombre, de la naturaleza y el hombre. Sin embargo, en la sociedad capitalista, o sea, en virtud del modo capitalista de organización del trabajo, éste aparece como desrealización y alienación del trabajador. El espíritu materialista del pugilismo, su promesa de reconciliación o realización humana en la pasividad, en la relación con el rival resistente, es negado por la existencia alienada del boxeo, o sea, por su existencia en la sociedad burguesa. Allí donde en general el otro es para cada uno su mera negación, allí donde la condición de la propia realización es la explotación del otro hombre (o sea, allí donde la propia realización es imposible), el combate deportivo debe existir necesariamente bajo la forma del odio contra el rival. Más aún cuando la victoria sobre él permite el ascenso económico y la derrota lleva a la pobreza. Si hay un elemento de reconciliación y desalienación del sujeto en la práctica pugilística, éste existe negado y soterrado en el circuito de competencia mercantil en que se manifiesta actualmente. Esto no impide el presente análisis, en tanto todo el trabajo alienado es autocontradictorio: es realización humana y a un tiempo alienación. La contradicción presente en la práctica boxística entre la superación de la alienación y la competencia mercantilizada no es sino una manifestación específica del antagonismo que recorre al conjunto de la sociedad, entre el trabajo y su autoalienación, o sea, entre el trabajo y el capital.

Por todo lo anterior, el combate promete y practica una reconciliación con lo diferente, un materialismo consumado, sólo allí donde es un fin en sí mismo, allí donde se sale (siempre parcial y fragmentariamente, en tanto la totalidad social vigente siga siendo el capitalismo) de la forma alienada en que existe el trabajo humano. Si se pelea para triunfar (y para las consecuencias ulteriores del triunfo), se va hacia el otro sólo para negarlo. Sin embargo, en El club de la pelea, se pelea más allá de la victoria y el fracaso. Como en un juego amistoso, se busca la victoria, porque no hacerlo inmovilizaría el combate, pero se la busca como medio para poder pelear. Ganar es una excusa para combatir, la lucha misma es el fin. El reconocimiento no lo otorga un juez exterior, al ganador en desmedro del perdedor; sino que se lo dan mutuamente los combatientes. No se instituyen servidumbre ni señorío, sino que se habita esa relación de mutua alteración. Sólo entonces, cuando existe contradictoriamente más allá de lo existente, la práctica del combate supera su forma antagónica y mercantil, para abrazar lo reconciliado.


[1] “Hiden no togakure ryu ninpo (secret ninjutsu)”, en revista Cinturón negro, nº41, pág 32.

[2] Ver Guz, Luis, “Aikido: cuerpo, mente y espíritu” en revista Cinturón negro, nº41, noviembre de 2004, pág 3.

[3] Para una interesante explicación de la necesidad de luchar en contacto plena para consumar el entrenamiento marcial y de defensa personal, ver el artículo de Pablo Vargas en http://www.redmarcial.com.ar/disciplinas/sparring.htm.

[4] Adorno, Dialéctica negativa, Madrid, Editora Nacional, 2002, págs 151 y ss.

[5] Aquí nos basamos en Marx, K., Manuscritos económico filosóficos de 1844, trad. de M. Vedda, Fernanda Arem y Silvana Rotemberg, Buenos Aires, Colihue, 2004, especialmente en los apartados “El trabajo alienado” y “Propiedad privada y comunismo”.

[6] Marx, K. op. cit. Pág. 149.

[7] Marx, K. op. cit. Pág. 146.

[8] Marx, K. op. cit. Pág. 120